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Guerra y nobleza en la corona de Aragón. La caballeria en los ejércitos del Rey (Siglos XIV-XV)
Jorge Sáiz Serranosubject
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En la Tesis se analizan los principales protagonistas y beneficiarios de la guerra en la baja edad media, las fuerzas de caballería pesada -los caballeros u hombres de armas- y la clase nobiliaria. Se busca responder a dos interrogantes: por un lado, cómo y dónde se integró la nobleza en la guerra, examinando la caballería como arma militar, su estructura y organización social; por otro lado, por qué participaba la nobleza en las campañas y cuál era la rentabilidad de su servicio, abordando la dimensión social y económica de su integración en los ejércitos. Todo ello en el marco de la Corona de Aragón de la primera mitad del siglo XV en el reinado de Alfonso el Magnánimo, aunque también se analizan las estructuras heredadas del siglo XIV, especialmente en su segunda mitad a partir de las ordenanzas militares de Pedro el Ceremonioso y la participación armada del noble Alfons d'Aragó como conde de Denia y marqués de Villena. La fuente esencial para investigar el origen, caracteres y evolución del ejército de caballería y la organización militar durante las campañas de Alfonso el Magnánimo (1420-1448), han sido los registros financieros y administrativos reales (Tesorería General y Cancillería Real, tanto en el Archivo del Reino de Valencia como en el Archivo de la Corona de Aragón). Por su parte, en la nobleza el protagonismo recae en los linajes valencianos; combinando las fuentes citadas con registros notariales y judiciales depositados en otros archivos valencianos locales, se determinan los niveles de militarización de la nobleza y los riesgos y beneficios que implicó la implicación en la guerra.El modelo de fuerzas caballería de los ejércitos del Magnánimo partía de la organización social y militar heredada del siglo XIV. Los pilares sociales, tanto en compañías nobiliarias como en el ejército real, descansaban entre las clientelas y el mercado. En primer lugar en el peso de una clientela militar, los caballeros y escuderos de la Casa feudal (fuera una casa señorial o la domus regia) como simples miembros de ésta o al frente de oficios cortesanos, sin que su vinculación generase formas contractuales y remunerados con pensiones y rentas extraordinarias antes que con salarios ordinarios. Muchos de esos cortesanos, caballeros y escuderos de casa acudían al servicio armado acompañados de sus parientes y representaban el centro del potencial armado feudal, tanto en los ejércitos del rey como en las comitivas nobiliarias. En segundo lugar, en su entorno se aglutinaban los combatientes contratados al efecto cuya existencia era fruto de la formación de un mercado de hombres de armas en tiempos de guerra, ya que todo aquél que dispusiese del equipamiento militar necesario tenía la posibilidad de ofrecer sus servicios y ser contratado. Por su parte, en la organización del ejército destaca la hegemonía del reclutamiento a sueldo (contratos de acorriment con un modelo similar a las condotte italianas, letres de retenue francesas e indetures inglesas). La administración militar se centralizaba en la Casa Real. En ésta al lado de un pequeño nivel burocrático encargado del pago y servicios logísticos a las tropas (escrivania de ració, tresoreria), sobresale el nivel clientelar encarnado en los nobles y caballeros cortesanos (camarlencs, copers, cambrers, uixers d'armes, etc) que ejercen como cuadros de mando y encuadramiento de tropas. La continuidad de la guerra durante el reinado del Magnánimo (1420-1448), sobre todo sus campañas exteriores (conquista de Nápoles y conflictos italianos) junto a la flexible política financiera arbitrada para sostener la maquinaria militar (créditos y letras de cambio, compras de draps como medio de pago, etc.) aceleraron la transformación de esas estructuras militares. El resultado fue una de las primeras experiencias europeas de ejército permanente, la caballería del rey en Nápoles, en una tendencia y estructura similar a otros ejemplos norditalianos (Venecia y Milán): un núcleo de capitanes y hombres de armas clientes del Estado y un entorno atomizado de pequeñas comitivas reclutadas al margen de grandes capitanes. La caballería permanente del rey provino de la participación regular de sectores de la clientela militar del monarca (esencialmente los nobles cortesanos más profesionalizados en la guerra junto con un nuevo contingente de hombres de armas de la Casa Real) sumada a la regularización de tropas en el mercado italiano, a partir de la presencia tanto de pequeñas comitivas (a cargo de caballeros y escuderos ibéricos o de hombres de armas italianos -las lanze spezzate-) como de capitanes o condottieri pensionados por el rey. Un ejército permanente por su base profesional, su servicio contratado y su encuadramiento regular en unidades de similares dimensiones (esquadres) dirigidas por capitanes reales (fueran cortesanos o condottieri pensionados). Al hilo de una actividad militar organizada y dirigida por el rey surgieron unas fuerzas permanentes que convivían en el resto de reinos de la Corona de Aragón con estructuras militares basadas en milicias y obligaciones defensivas, al igual que ocurriría en el siglo XVI en el marco de la monarquía hispánica con los Tercios y el contexto militar de los reinos ibéricos.La nobleza fue protagonista y beneficiaria de esa transformación en las estructuras militares. Sin embargo, como confirma el análisis de la participación armada de los linajes valencianos en las campañas del Magnánimo, la militarización nobiliaria así como la rentabilidad socio-económica lograda por ello fue extremadamente desigual. El grueso de los nobles y caballeros participó de forma ocasional e intermitente en la guerra, concentrándose en los escenarios más cercanos, algunos de cierto contenido defensivo (conflictos con Castilla) y que, en parte, exigían una menor inversión preparatoria. Para muchos de éstos parece tratarse tan sólo de la obligación propia de su condición, una etapa necesaria de su socialización como individuo noble. De hecho, sólo se profesionalizó en las armas una minoría de los linajes nobles, un quinto de los examinados que muestran a uno o más miembros involucrados en la mayor parte de los escenarios militares y activamente en las campañas exteriores. Esa escasa militarización nobiliaria derivó, en parte, del menor impacto local de las guerras del rey, concentradas en las operaciones italianas, para las que se recurrió mayoritariamente al mercado de combatientes de tierras italianas, donde sí existía un alto nivel de militarización nobiliaria producto de la recurrencia local de la guerra. Pero las guerras del Magnánimo también generaron un tejido social de guerreros profesionales, aunque minoritario en proporción al conjunto de la nobleza. La guerra se convirtió para unos pocos nobles en una estrategia de promoción socialmente condicionada por su jerarquía nobiliaria y las dependencias clientelares con otros nobles y con el rey. La práctica profesional de la guerra se polarizó así en sectores de la clientela real, aquellos caballeros cortesanos que acompañaban habitualmente al monarca a las armas; pero también en sectores de la baja nobleza, dominantes entre el conjunto del ejército y que reproducían a la propia clientela real, al entrar a formar parte de la misma a instancias del monarca, y que provenían básicamente de una dinámica capa de caballeros y donceles urbanos sin tierras vinculados a la administración real y urbana, algunos de reciente procedencia ciudadana. Por su parte el peso del modelo militar clientelar, un nivel de desarrollo de las estructuras militares estatales, condicionó la existencia y alcance social de la carrera militar como tal, de un cursus honorum asociado al servicio en los ejércitos, al conformar unas vías de ascenso que pasaban por el entorno de la Casa Real (de patges y pensionados a oficios cortesanos) y tenían su corolario en puestos en las administraciones militares de los diferentes reinos. Sin duda la integración profesional en los ejércitos del rey puso al alcance de la nobleza nuevos recursos, sobre todo en forma de rentas monetarias (pensiones, asignaciones tributarias, salarios por cargos militares) que se convirtieron en una alternativa cada vez más competitiva frente a otros ingresos señoriales (rentas agrarias y pensiones de créditos censales). Pero ello sólo benefició a quienes se profesionalizaron en la práctica militar, tanto a sectores de la clientela real como algunos caballeros y escuderos que mostraron una clara competencia armada. Para la mayoría de la nobleza, quien participó de forma ocasional en las campañas o quienes no lograron recompensa alguna, la guerra no supuso una fuente alternativa de ingresos e incluso, en algunos casos, produjo más costos y riesgos que beneficios, aumentando el endeudamiento estructural de muchas familias y profundizando las diferencias en el conjunto de la clase nobiliaria.
year | journal | country | edition | language |
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2003-03-22 |